miércoles, 8 de febrero de 2023

Se cumple el aniversario 238 del natalicio de Don Martín Miguel de Güemes

 



Martín Miguel Juan de la Mata de Güemes Montero Goyechea y la Corte nació el 8 de febrero de 1785, en la ciudad de Salta.  

Fue  militar y cumplió destacadas, heróicas e históricas actuaciónes en las guerras de la independencia y civiles de la argentinas. 

Fue seis años gobernador de Salta y con casi nulos recursos libró una constante guerra defensiva, que quedó inmortalizada bajo el nombre de Guerra Gaucha, manteniendo, de esta manera, al resto del territorio argentino libre de invasiones realistas.

Familia e inicio de su carrera militar

Martín Miguel de Güemes fue criado en el seno de una familia acomodada. El padre, Gabriel de Güemes Montero, había nacido en Santander, Cantabria, España y era un hombre ilustrado que cumplía funciones de tesorero real de la corona española. Por su distendida posición material logró que su hijo tuviera una buena educación apoyado por maestros particulares que le enseñaron las tendencias filosóficas y científicas de aquellos tiempos. Por lo tanto su madre,  María Magdalena de Goyechea y la Corte, era de origen jujeño. 

Cuando adulto Don Martín Miguel de Güemes se casó en la Catedral de Salta con Carmen Puch, con quien tuvo tres hijos: Martín, Luis e Ignacio.

Cursó sus estudios primarios en Salta y alternaba la enseñanza formal con el de las labores campesinas en la finca donde residía con su familia. 

A los 14 años se sumó al Regimiento Fijo de Infantería, cuyo cuartel central estaba en Buenos Aires pero años antes habían decidido formar un batallón en Salta luego de la rebelión de Túpac Amaru II desde 1781.

Debido al temor del Virrey Rafael de Sobremonte que hubiera un ataque inglés, en 1805, Güemes fue enviado con su regimiento a Buenos Aires. 

Un año mas tarde se produjo el inicio de las invasiones inglesas y Güemes combatió en la Reconquista de Buenos Aires. 

En 1807 también participó de la Defensa de la ciudad y fue protagonista de una histórica hazaña: vió que un barco inglés había encallado por una bajante repentina del río pues se dirigió, hacia el lugar, liderando una carga de caballería y lo abordó. Este inusual hecho quedó registrado como una de las muy pocas veces en la historia que un buque de guerra fue capturado por una partida de caballería.

En 1808 enfermó de la garganta y le quedó una seria deficiencia al hablar. Comenzó a tener pronunciación gangosa de las palabras y pasó a ser víctima de burlas de sus compañeros. Todo parece indicar, según historiadores, que sufrió las complicaciones de la hemofilia, enfermedad ignota hasta ese momento. 

Debido a esto logró su traslado a su Salta.

Primera campaña al Alto Perú

Una vez acontecida la Revolución de Mayo de 1810, la Primera Junta lo envió a la Primera expedición auxiliadora rumbo al Alto Perú. Fue como integrante del Ejército del Norte, puesto al mando de un escuadrón gaucho en la Quebrada de Humahuaca como así también en los valles de Tarija y Lípez. Su tarea era impedir la comunicación entre los contrarrevolucionarios y los realistas altoperuanos. 

Mas tarde en la batalla de Suipacha, que se libró el 7 de noviembre de 1810 y que fue el único triunfo de las armas patriotas durante esta primera expedición, su participación, ya como capitán, fue trascendente.

Se que en la Quebrada hasta después de la derrota de los ejércitos de las provincias "de abajo" en la Batalla de Huaqui, el 19 de junio de 1811 y ayudó a los derrotados que huían; allí inició su famosa guerra de recursos, con la que se presume retrasó el avance de los realistas antes de la llegada del ejército principal al mando del general Pío Tristán.

Su colaboración para con el general Juan Martín de Pueyrredón para que este pueda atravesar la selva oranense y salvar los caudales de la Ceca de Potosí, que estaba en poder de los realistas, fue vital.

El 18 de enero de 1812 recuperó Tarija para los patriotas, como subordinado de Eustoquio Díaz Vélez. La ciudad había caído dominada por partidarios del virrey del Perú, José Fernando de Abascal. A los que hizo frente con 300 hombres, 500 fusiles y dos cañones. 

Obligó a los revolucionarios a retirarse con rumbo a San Salvador de Jujuy debido al avance de las tropas realistas numéricamente superiores que comandaba José Manuel de Goyeneche.

Cuando el general Manuel Belgrano asumió el mando del Ejército del Norte e inició la Segunda expedición auxiliadora al Alto Perú ordenó su traslado por indisciplina, causada por un discusión sobre mujeres entre oficiales bajo su mando. Permaneció en Buenos Aires, agregado al Estado Mayor General.

Inicio de la Guerra Gaucha

Al conocerse en Buenos Aires el desastre patriota de la batalla de Ayohuma, Güemes fue ascendido a teniente coronel y enviado al norte, como jefe de las fuerzas de caballería de José de San Martín, nuevo comandante del Ejército del Norte. En esta Tercera expedición auxiliadora al Alto Perú se hizo cargo de la vanguardia del ejército reemplazando en ese puesto a Manuel Dorrego, otro oficial brillante que había sido desterrado por problemas de disciplina.

Se presentó en Salta como el protector de los pobres y el más decidido partidario de la revolución. Pero aun así, no logró nuevos aportes de recursos de parte de los sectores adinerados. Contó con su hermana María Magdalena "Macacha" Güemes como una de sus principales colaboradores.

San Martín le encomendó el mando de la avanzada del río Pasaje (o río Juramento, porque en sus márgenes el general Belgrano había hecho jurar obediencia al gobierno de Buenos Aires, la Asamblea del Año XIII, y a la Bandera Nacional). Poco después, asumía también el mando de las partidas que operaban en el Valle de Lerma en el que está situada la ciudad de Salta. De este modo iniciaba la Guerra Gaucha, ayudado por otros caudillejos, como Luis Burela, Saravia, José Ignacio Gorriti o Pablo Latorre. Ésta fue una larga serie de enfrentamientos casi diarios, apenas cortos tiroteos seguidos de retiradas. En esas condiciones, unas fuerzas poco disciplinadas y mal equipadas pero apoyadas por la población podían hacer mucho daño a un ejército regular de invasión.

Con sus tropas formadas por gauchos del campo, rechazó el avance del general Joaquín de la Pezuela y posibilitó el inicio de un nuevo avance hacia el Alto Perú. Bajo el mando del general José Rondeau tuvo un papel destacado en la victoria de batalla de Puesto del Marqués. Pero, indignado por el desprecio que mostraba éste por sus fuerzas y por la indisciplina del ejército, se retiró del frente hacia Jujuy. Daba por descontada la derrota del Ejército del Norte en esas condiciones y, en ese caso, necesitaría a sus hombres. Al pasar por Jujuy se adueñó del armamento de reserva del ejército; al enterarse, Rondeau -que era también el Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata- lo declaró traidor.

Gobernador de Salta

La vuelta de Güemes a Salta se debía, además de motivaciones militares, también a razones políticas, que se sumaban a sus propias aspiraciones al poder, ya que deseaba desplazar al partido conservador del gobierno salteño.

La noticia de la caída del Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata Carlos María de Alvear le quitó autoridad al gobernador intendente Hilarión de la Quintana. Por otra parte, Quintana no estaba en Salta, sino que había acompañado a Rondeau -que había sido nombrado Director Supremo, aunque reemplazado interinamente por un sustituto- en su avance hacia el Alto Perú.

Cuando llegó a Salta, el pueblo salió a la calle y pidió al cabildo el nombramiento de un gobernador, sin participación del Directorio. Además de ser el único candidato a la vista, Güemes tenía a su favor la presencia de su hermano, el doctor Juan Manuel Güemes, como uno de los miembros del cabildo para ese año. Éste eligió a Martín Miguel de Güemes con el título de Gobernador Intendente de Salta, jurisdicción integrada entonces por las ciudades de Salta, Jujuy, Tarija, San Ramón de la Nueva Orán y varios distritos de campaña. Era la primera vez que las autoridades de Salta eran elegidas por los propios salteños desde 1810 lo que significó la autonomía de Salta en franca desobediencia a la autoridad del Directorio.

Pero el Cabildo de Jujuy no lo reconoció como gobernador. Frente a esta negativa y aduciendo la amenaza de un ataque realista sobre la ciudad, avanzó con sus tropas hasta Jujuy, con lo que presionó a sus habitantes y de esta forma logró hacer que el cabildo lo aceptara. De todos modos, el teniente de gobernador local, Mariano de Gordaliza no podía ser considerado un subordinado complaciente de Güemes.

Dos semanas después de asumir el gobierno, Güemes contrajo matrimonio con Carmen Puch, miembro de una acaudalada familia con intereses en Rosario de la Frontera.

Poco después de su llegada al poder y de saber la reacción negativa de Rondeau, llegó a Tucumán una fuerza desde Buenos Aires que iba en apoyo del Ejército del Norte, al mando de Domingo French. Pero como éste tenía instrucciones de derrocar a Güemes al pasar por Salta, le negó el paso hasta que lo hubo reconocido como gobernador. Pero ya era tarde: cuando llegaron a Humahuaca, se enteraron de la derrota de las fuerzas patriotas comandadas por Rondeau en la Batalla de Sipe Sipe, el 29 de noviembre de 1815. Este nuevo triunfo de los realistas significó la pérdida definitiva del Alto Perú debido a las ambiciones personales de Rondeau y de Güemes.

Rondeau, enfurecido con Güemes por la revolución en Salta y por haberle impedido llegar refuerzos, retrocedió a Jujuy. Con apoyo del teniente de gobernador Gordaliza, se trasladó hasta Salta y ocupó la ciudad. Pero en seguida se vio rodeado por las guerrillas gauchas y tuvo que capitular, firmando con Güemes un Tratado en Cerrillos, reconociéndolo como gobernador y encargándole la defensa de la frontera. Poco después, Rondeau era reemplazado por Belgrano en el Ejército del Norte, y por Pueyrredón en el Directorio. Pero no habría más expediciones al Alto Perú.

Entonces las milicias gauchas al mando del salteño pasaron a desempeñarse como ejército en operaciones continuas.


Las invasiones realistas

Güemes y sus gauchos detuvieron otras seis poderosas invasiones al mando de destacados jefes españoles. La primera fue la del experimentado mariscal José de la Serna e Hinojosa, el cual, al mando de 5.500 veteranos de guerra, partió de Lima asegurando que con ellos recuperaría Buenos Aires para España. Después de derrotar y ejecutar a los coroneles Manuel Ascensio Padilla e Ignacio Warnes, ocupó Tarija, Jujuy y Salta y los pueblos de Cerrillos y Rosario de Lerma. Pero Güemes lo dejó incomunicado con sus bases ocupando Humahuaca, venció a uno de sus regimientos en San Pedrito y dejó sin víveres la capital de la provincia. De la Serna tuvo que retirarse, hostigado todo el tiempo por las partidas gauchas.

Meses después, el general Pedro de Olañeta, enemigo acérrimo del salteño, volvió al ataque y capturó al más importante de los segundos de Güemes, el general Juan José Feliciano Alejo Fernández Campero, popularmente conocido como el Marqués de Yavi, jefe de la defensa de la Puna. Pero no pudo pasar más allá de Jujuy.

Toda la población participaba en la lucha: los hombres actuando como guerreros, mientras que las mujeres, los niños y los ancianos lo hacían como espías o mensajeros. Las emboscadas se repetían en las avanzadas de las fuerzas de ataque, pero más aún en la retaguardia y en las vías de aprovisionamiento. Cuando los realistas se acercaban a un pueblo o a una hacienda, los habitantes huían con todos los víveres, el ganado, cualquier cosa que pudiese ser útil al enemigo. Esta clase de lucha arruinó la economía salteña, pero nadie se quejaba, al menos en las clases populares. Jamás obtuvo apoyo económico del gobierno del Directorio y la ayuda que le prestó el Ejército del Norte fue muy limitada, por lo cual, decidiría legalizar monedas privadas locales circulantes desde 1817 que se extendían por todo el noroeste argentino

El área patriota del noroeste incluía los territorios de Atacama (desde hacía un año), Tarija desde el 15 de abril de 1817, luego de la derrota realista en la batalla de La Tablada de Tolomosa, siendo el comandante independentista Gregorio Aráoz de Lamadrid, apoyado por las fuerzas gauchas locales comandadas por Francisco Pérez de Uriondo, Eustaquio Méndez y José María Avilés, y desde el 11 de junio de este último año, también al territorio de Chichas. Aunque poco después sufrirían una nueva invasión realista desde el norte en 1818, dirigida por Olañeta y Valdés, y otra más en 1819, mandada por Olañeta.

La más importante fue la que mandó el segundo de De la Serna, general Juan Ramírez Orozco que en junio de 1820 avanzó con 6.500 hombres. En todas éstas obligó a su enemigo a retroceder después de haber tomado Salta y Jujuy.

Si bien la estructura militar de entonces no contemplaba un Estado Mayor, en la práctica Güemes contaba con cuadros superiores organizados, entre los que se encontraban Fernández Campero, el coronel Pérez de Uriondo, responsable militar de Tarija, el coronel Manuel Arias, a cargo de Orán, y el coronel José María Pérez de Urdininea, proveniente de las filas del Ejército del Norte, en Humahuaca. En el valle de Jujuy estuvieron los coroneles Domingo Arenas en Perico y el teniente coronel Eustaquio Medina, a cargo del río Negro. Más movilidad tenían otros jefes, como José Ignacio Gorriti, Pablo Latorre o José Antonio Rojas. El frente de combate a su cargo tenía una extensión de más de setecientos kilómetros, desde Volcán hasta más allá de San Ramón de la Nueva Orán, y se conoció como Línea del Pasaje.

El papel de Güemes en el conjunto era el de organizar la estrategia general y financiarla. Pero tenía un detalle curioso: sus hombres se hubieran hecho matar por él, pero él mismo nunca entraba en combate. En realidad nunca se lo reprocharon ni le exigieron que los acompañara. Por esta causa es que sus enemigos y los historiadores del siglo XIX lo acusaran de cobarde, no siéndolo, ya que era hemofílico. Cualquier herida le hubiera causado la muerte, de hecho, una herida sin importancia lo haría perecer desangrado.


El último año de Güemes

Güemes había conversado con San Martín sobre las ideas de atacar Perú desde Chile. Pero San Martín necesitaba tener las espaldas cubiertas, con fuerzas activas en la frontera norte de Salta, para mantener ocupados los ejércitos realistas muy lejos de Lima. La persona más indicada para dirigir esas operaciones era Güemes, y San Martín lo nombró General en Jefe del Ejército de Observación. El salteño estaba continuamente informado sobre los movimientos de San Martín en la campaña del Pacífico, y cuando éste desembarcó en la costa peruana, decidió avanzar hacia el Alto Perú.

Pero ya no podía contar con el Ejército del Norte, del que sólo quedaba una pequeña división al mando del coronel Alejandro Heredia (que estaba a órdenes de Güemes), y algunas armas en Tucumán. Pero éstas estaban en poder del gobernador Bernabé Aráoz, que las estaba usando para tratar de volver a la provincia de Santiago del Estero a la obediencia a su gobierno.

A principios de 1821, el gobernador de Santiago del Estero, Juan Felipe Ibarra, pidió auxilio a Güemes, y éste invadió Tucumán, más para apoderarse de las armas que necesitaba que por solidaridad. La expedición salteña se componía de 2.000 hombres provenientes de Salta, San Carlos y Rosario de la Frontera, saliendo rumbo a Tucumán en febrero; por la amenaza realista, las milicias de Jujuy no participaron en la acción.4 Pero el ejército salteño y santiagueño, al mando de Heredia (tucumano) e Ibarra, fue derrotado por el tucumano al mando de Manuel Arias (salteño) y Abraham González en la batalla de Rincón de Marlopa (3 de abril). Otra columna salteña tuvo éxito en expulsar a los partidarios de Aráoz de Catamarca, aunque el tucumano la recuperaría poco después su República de Tucumán desaparecería definitivamente en agosto.

El cabildo de Salta, formado por las clases altas de la ciudad, cansadas de pagar las contribuciones forzosas que exigía Güemes, aprovechando la ausencia del caudillo, lo acusó de “tirano” y lo declaró depuesto. Muchos de sus miembros se habían puesto de acuerdo con el general español Olañeta para entregarle la ciudad. Güemes regresó sin prisa, ocupó pacíficamente la ciudad, y perdonó a los revolucionarios. Ésa fue la llamada "Revolución del Comercio"; aunque fracasada, dio inicio a un partido de oposición, conocido como "Patria Nueva", en oposición a la "Patria Vieja", es decir, al partido de Güemes.

Pero no todo había terminado: Olañeta ya estaba en camino, y mandó al coronel “Barbarucho” Valdez por un camino desierto de la Puna, acompañado por miembros de la familia realista Archondo. El coronel Valdez era un español nativo de Valencia, radicado desde hacía décadas en la región y con experiencia en arriar y robar ganado, oficios que le permitieron conocer múltiples senderos poco transitados.

El 6 de junio, Valdez ocupó la ciudad de Salta, y al salir a combatirlo, Güemes fue herido por una bala. Siguió a caballo hasta una hacienda a dos leguas de la ciudad. Pero su herida —como cualquier herida profunda de un hemofílico— nunca cicatrizó.

Murió diez días después, el 17 de junio de 1821, a los 36 años de edad. En el momento de su muerte, en la Cañada de la Horqueta, cerca de la ciudad de Salta, yacía a la intemperie, en un catre improvisado por el Capitán de Gauchos Mateo Ríos, luego su cadáver fue inhumado en la Capilla del Chamical. Martín Miguel de Güemes fue el único general argentino caído en acción de guerra exterior.


Desde que supo de la muerte de su esposo, Carmen Puch se encerró en su habitación, y se cree que se dejó morir de hambre.


La gloria póstuma

Apenas unas semanas después de su muerte, sus hombres obligaron al ejército español a evacuar Salta; la guerra gaucha seguía en pie. Fue la última invasión realista al norte argentino, con lo que Güemes —aunque no llegó a verlo— finalmente venció a sus enemigos.

Estratégicamente, la actuación de Güemes en la guerra de la Independencia argentina fue crucial: sin su desesperada resistencia, no hubiera sido posible defender el norte del país después de tres derrotas, ni hubieran sido posibles las campañas de San Martín. Bajo su mando, las ciudades de Salta y Jujuy y su campaña defendieron al resto de la Argentina sin ayuda exterior.

Sin embargo, en Buenos Aires no era visto así: la noticia de su muerte fue publicada bajo el título "Ya tenemos un cacique menos"; el artículo que lo anunciaba demostraba más alivio por la muerte de un enemigo ideológico que pesar por la pérdida de la ciudad de Salta en manos realistas.

Durante la mayor parte del siglo XIX, tanto en Salta como en el resto de la Argentina, la figura de Güemes fue interpretada solamente como la de un caudillo que había soliviantado a las masas campesinas contra las clases altas de la sociedad, un "pecado" que el patriotismo demostrado a lo largo de su carrera militar no alcanzaba a compensar. Sólo a principios del siglo XX, esa imagen comenzó a cambiar a través de su más conocido biógrafo: Bernardo Frías presentó la vida de un jefe militar y político patriótico y desinteresado, capaz de movilizar a la masas en contra del enemigo; aunque no intentó librarse de la visión elitista de la sociedad, ya que mostraba poco aprecio por sus gauchos. Sólo a partir de ese momento, Güemes comenzó a aparecer como el esforzado y heroico jefe de la frontera norte, héroe absoluto de la provincia de Salta.

Su gesta militar fue recordada por el escritor Leopoldo Lugones como la Guerra Gaucha, nombre con que se la conoce desde entonces. Una de sus biografías más extensas es la de Atilio Cornejo, que sigue la línea tradicional, así como la monumental obra "Güemes documentado", de su descendiente Luis Güemes, en 13 tomos.

En el último tercio del siglo XX, comenzó también a verse a Güemes como un protector de los pobres de su provincia, coincidiendo con estudios similares respecto de los caudillos federales. Solamente a principios del siglo XXI comenzaron a ser estudiadas en profundidad las características políticas de su gobierno, la estructura de lealtades en que se apoyaba y las razones de sus enemigos internos. En su honor la sala de comisiones de la Cámara de Diputados de Salta lleva su nombre. También la Escuela de Gendarmería Nacional “General Don Martín Miguel de Güemes” en Campo de Mayo.

A principios del siglo XXI, una agrupación política utiliza el nombre de Güemes como patronímico.

Sus restos descansan junto a los de su esposa en el Panteón de las Glorias del Norte de la República, ubicado en la Catedral Basílica de Salta.



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